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Editorial:
“La era está pariendo un corazón,
no puede más, se muere de dolor
y hay que acudir corriendo
pues se cae el porvenir
en cualquier selva del mundo,
en cualquier calle”
Silvio Rodríguez, 1967
Por Tomás Cicchini
Hace ya varios años, nos encontramos transitando como humanidad la era del antropoceno. La caracterización de la era en la que nos encontramos a partir de este concepto da cuenta del poder de transformación del hombre, equiparable al efecto de fuerzas de origen geológico. Es decir, los cambios que sufre la naturaleza por la acción humana, y la velocidad con la que éstos ocurren, superan cualquier capacidad de la misma para mitigar dichos efectos. Ejemplo claro de esto es el aumento de la temperatura media global en aproximadamente ocho grados centígrados desde el comienzo de las revoluciones industriales.
Dentro de este marco, el capitalismo, en su etapa imperialista y de máxima concentración de la riqueza y de los bienes de producción a manos de los grandes grupos económicos, tiene un rol central en la generación y profundización de esta crisis. Los actores de poder que desean mantener este sistema a toda costa llevan a cabo una depredación voraz de los recursos naturales y una destrucción de las relaciones de vida con la naturaleza que se planteen desde lógicas alternativas. Es quizás el momento en donde la materialización de lo que teóricas y teóricos caracterizan como la “segunda contradicción del capitalismo” mejor se manifiesta. Dicha contradicción, no ya entre el capital y el trabajo, sino entre la depredación de la naturaleza y la capacidad que ésta tiene de regenerarse, implica la necesidad imperiosa de discutir en términos holísticos cómo romper con las desigualdades existentes en la actualidad entre quienes más y menos tienen. Ésto no puede llevarse a cabo cayendo en las fórmulas ya conocidas de modelos de desarrollo basados en el consumismo como principal pilar, sino que es necesario buscar nuevas formas alternativas de desarrollo sustentable.
Dicha tarea se dificulta aún más en contextos de avance de gobiernos antipopulares, como sucede en Nuestra América. Los mismos profundizan de la mano del neoliberalismo las lógicas de acumulación por desposesión, a partir del aumento del extractivismo y del endeudamiento con los centros financieros globales. Pareciera ser, para el grueso de las organizaciones del campo popular e intelectuales, una contradicción traer estos planteos en la actualidad, cuando indicadores de empleo, poder adquisitivo, calidad de vida, etc. van en picada. Sin embargo, quizás sea ahora el momento donde esta mirada abarcativa del conflicto pueda dar mayores resultados a la hora de plantear una salida a la crisis socioecológica que está transitando la humanidad. Las nuevas gramáticas emancipatorias provenientes de los movimientos socioambientales que luchan tanto en la región en general, y en nuestro país en particular, articulando en sus discursos conceptos como el Buen Vivir, la Soberanía Alimentaria y la Reforma Agraria, parecen ser hoy más que nunca el horizonte a seguir en la búsqueda de respuestas a los tiempos oscuros en los que vivimos.
A lo largo de las páginas de este Dossier, las miradas provenientes de la Ecología, la Sociología, la Historia de la Ciencia, la Abogacía y las Ciencias Políticas, intentarán dar herramientas fundamentales para esta discusión que nos interpela de manera directa, sobre todo si tenemos la voluntad de que las próximas generaciones puedan vivir en armonía con su entorno. Buscar aportes desde las distintas disciplinas del conocimiento es fundamental a la hora de comprender al problema de forma global, sin caer en los reduccionismos que nos plantean desde los sectores de poder real. Ejemplos de esto son los conceptos de Economía Verde o Modernización Ecológica, donde el único resultado final es una mayor mercantilización de los Bienes Comunes, siendo quizás el caso más paradigmático en este sentido el concepto de Bonos de Carbono, instaurado en el Acuerdo de Tokio a fines del siglo XX.
Que estas discusiones emanen de las prácticas cotidianas de movimientos sociales e intelectuales, comprometidos con las problemáticas regionales y nacionales, representa un avance significativo: para que las ideas puedan llevarse a cabo obteniendo resultados satisfactorios, no podemos apelar más a recetas europeizantes o provenientes de los grupos de poder tradicionales.
Por último, antes que quien lea estas páginas se aboque a profundizar en estos temas, es necesario remarcar que, de forma contraria a lo que pueda pensarse, son estos momentos de retroceso los que nos tienen que poner a buscar respuestas de manera optimista y creativa. Sólo así podremos generar las oleadas necesarias para transformar de modo definitivo todo aquello que nos rodea.
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