Los modelos agroindustrial y de soberanía alimentaria son antitéticos y no pueden coexistir. Si bien el primero goza aún de legitimidad, se construyen cada vez más redes de resistencia que sostienen un paradigma transformador de soberanía alimentaria. Decidir entre alguno de ellos es la encrucijada central de nuestros pueblos en estos tiempos.
Por Marcos Ezequiel Filardi
En Argentina, como en gran parte de Nuestra América, domina un modelo agroindustrial basado en los agronegocios destinados a la exportación y en la circulación de los alimentos como meras mercancías libradas a las fuerzas del mercado en una economía capitalista.
Mientras el modelo agroindustrial dominante concibe a la agricultura como una fuente de materias primas para alimentar la producción industrial de bienes procesados, combustibles, plásticos y otros materiales, para la soberanía alimentaria la finalidad esencial de la agricultura, la ganadería y la pesca es la producción de alimentos sanos, seguros y soberanos para los seres humanos.
Mientras el modelo agroindustrial dominante prioriza los agronegocios destinados a la exportación, la soberanía alimentaria busca la producción local de alimentos para la satisfacción de las necesidades alimentarias locales.
Mientras el modelo agroindustrial dominante defiende que el precio de los alimentos debe ser fijado por el “mercado”, la soberanía alimentaria sostiene que los precios de los alimentos tienen que ser justos para quienes viven en el campo y en las urbes y deben permitirles, junto a sus familias, tener una vida digna.
Mientras el modelo agroindustrial dominante persigue el acceso a los mercados externos, la soberanía alimentaria busca el acceso a los mercados locales y el fin del desplazamiento forzado del campesinado, pueblos originarios, personas dedicadas a la pesca artesanal y al pastoreo tradicional.
Mientras el modelo agroindustrial dominante sólo permite los subsidios a los agricultores del Norte global, especialmente a los más grandes, la soberanía alimentaria apoya los subsidios que no perjudican a otros países vía dumping, como los apoyos a la agricultura familiar, campesina e indígena, a la pesca artesanal, al pastoreo tradicional; para la comercialización directa; para el sustento de los precios e ingresos; para la conservación del suelo, para la conversión o transición agroecológica y para la investigación campesina.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante los alimentos son sólo mercancías libradas a las fuerzas del mercado, para la soberanía alimentaria son un derecho humano y, en consecuencia, el Estado y la sociedad deben garantizar la disponibilidad, la accesibilidad física y económica, la adecuación cuantitativa, cualitativa y cultural, y la sustentabilidad de la alimentación para toda la población.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante producir es una opción para los más eficientes, para la soberanía alimentaria es un derecho de los pueblos rurales.
Mientras el modelo agroindustrial dominante promueve el libre comercio de todo, la soberanía alimentaria establece que los alimentos y la agricultura deben estar fuera de los acuerdos comerciales.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante el hambre es debida a la baja productividad, para la soberanía alimentaria es un problema de acceso y distribución derivado de la desigualdad y la pobreza.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante la seguridad alimentaria se logra importando alimentos de donde resulten más baratos, para la soberanía alimentaria la seguridad alimentaria es mayor cuando la producción está en manos del campesinado y se producen localmente.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante la tierra, el agua, los bosques, selvas y humedales son “recursos naturales” que deben ser controlados por el sector privado, para la soberanía alimentaria son bienes comunes naturales que deben estar bajo el control local de la comunidad.
Mientras el modelo agroindustrial dominante promueve el acceso a la tierra a través del mercado, para la soberanía alimentaria la reforma agraria integral es la manera de restituir la tierra a quienes la trabajan y necesitan.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante las semillas son una mercancía patentable, para la soberanía alimentaria son un bien común al servicio de la humanidad.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante los créditos tienen que provenir del sector privado y estar destinados a los productores más grandes y eficientes, para la soberanía alimentaria los créditos tienen que venir del sector público y estar destinados a fortalecer la agricultura familiar, campesina e indígena, la pesca artesanal y el pastoreo tradicionales.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante el dumping no es un problema, para la soberanía alimentaria debe prohibirse de modo efectivo.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante los monopolios, oligopolios y la competencia monopólica no son un problema, para la soberanía alimentaria la concentración económica es la raíz de muchos de los problemas y debe ser prohibida de modo efectivo.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante no hay tal cosa como la sobreproducción, para la soberanía alimentaria la sobreproducción conduce a la baja de los precios y lleva a los pequeños agricultores a la pobreza.
Mientras el modelo agroindustrial dominante defiende los organismos genéticamente modificados, nanotecnología, la edición genética y la biología sintética, para la soberanía alimentaria son tecnologías innecesarias y dañinas que deben ser prohibidas.
Mientras el modelo agroindustrial está basado en el uso de transgénicos, agrotóxicos, monocultivos, maquinaria industrial pesada y geoingeniería, que se demuestra genocida y ecocida; la soberanía alimentaria defiende a la agroecología en todas sus formas como modos de producir nuestros alimentos en armonía con la naturaleza de la que somos parte y con los seres humanos, sin transgénicos, sin agrotóxicos y sin fertilizantes sintéticos.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante la agricultura familiar y los pueblos originarios son anacrónicos y, por ineficientes, deben desaparecer, para la soberanía alimentaria son los guardianes de la biodiversidad de los cultivos, los custodios de los bienes comunes naturales, los depositarios de los saberes ancestrales, el mercado interno rural, la base social imprescindible para un desarrollo amplio y sostenible y quienes tienen la llave para la salida de la crisis civilizatoria que estamos atravesando.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante los consumidores urbanos son trabajadores a los que hay que pagarle tan poco como se pueda, para la soberanía alimentaria deben recibir salarios justos y dignos que les permitan ejercer con plenitud su derecho a la alimentación adecuada.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante la ciencia está subordinada a los intereses del mercado y las corporaciones, la soberanía alimentaria aboga por la ciencia digna para, por, desde y junto a los pueblos.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante el Estado es socio, agente articulador o correa de transmisión de los intereses de los agronegocios, para la soberanía alimentaria es el garante del pleno goce y ejercicio de los derechos humanos de toda la población.
Mientras para el modelo agroindustrial dominante otro sistema alimentario y otro mundo no es de interés ni es posible, para la soberanía alimentaria ese otro mundo es necesario, posible y urgente.
Los modelos son antitéticos, contrapuestos y no pueden coexistir.
Seguir sosteniendo el modelo agroindustrial dominante o avanzar colectivamente hacia la soberanía alimentaria es, pues, la encrucijada central de nuestros pueblos en estos tiempos.
Si bien el modelo agroindustrial dominante aún goza de cierto vigor, sus contradicciones se acentúan cada vez más.
En paralelo, de abajo hacia arriba, colectivamente, se imaginan, piensan, construyen y tejen redes cada vez más firmes que resisten el modelo agroindustrial dominante e invitan a caminar juntxs hacia el paradigma revolucionario, transformador, emancipador, de la soberanía alimentaria.
Algo nuevo se está cocinando, a fuego lento, bajo el sol de Nuestra América.
*Abogado de derechos humanos y soberanía alimentaria.
Integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires (http://calisanutricionuba.blogspot.com.ar/)
Miembro del Museo del Hambre (El Hambre, sólo en un museo), http://museodelhambre.blogspot.com.ar/
El autor reconoce especialmente los aportes de Peter Rosset a la tipología y caracterización de los modelos en pugna.
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