La educación popular es una herramienta de transformación donde el feminismo popular es indispensable para pensar los desafíos de este contexto histórico. Valorizando la dimensión política de la sexualidad, en el presente artículo se analizan las críticas a la educación tradicional realizada por autoras latinoamericanas desde una perspectiva feminista.
Por Laura Velasco
Educadora. Feminista. Profesora para la Enseñanza Primaria (E.N.S. nº 4). Licenciada y Profesora en Letras (FFyL – UBA). Docente en escuelas primarias y secundarias de la Ciudad de Buenos Aires. Fue Coordinadora del Área de Educación Popular del Movimiento Barrios de Pie. Co-autora de los libros Nuestra cabeza piensa donde nuestros pies caminan (2004) y Es Barrios con s porque no andamos solos por ahí (2006). Fue Coordinadora del Programa de Alfabetización Yo sí puedo y del Programa de Alfabetización Nacional Encuentro del Ministerio de Educación de la Nación. Es Integrante de la Comisión de Educación del Parlamento de las Mujeres y del Frente por la Educación Sexual Integral. Fue Directora Provincial de Educación y Trabajo, y de Educación de Adultos en la gestión educativa de Adriana Puiggrós en Dir Gral Cult y Educ en Prov Bs As.
Hace unos meses, en una movilización en defensa de los profesorados de formación docente y por la educación pública en la Ciudad de Buenos Aires, reconocí la bandera de la escuela normal donde me formé como maestra. Me acerqué emocionada a las pibas y pibes que sostenían la identidad de una institución educativa con más de cien años, que inició siendo una escuela secundaria para señoritas que serían maestras. Una escuela para mujeres como eran la mayoría de las escuelas normales. Mujeres, como éramos, y todavía hoy somos, la mayoría de las maestras y profesoras. Tres de cada cuatro docentes en la Argentina somos mujeres.
Cuando miré de cerca la bandera me encontré con dos rostros queridos: Paulo Freire y Carlos Fuentealba. Dos rostros que decían del compromiso con una educación liberadora de lxs estudiantes y futurxs docentes que sostenían las cañas contra el viento y la Unicaba en la Avenida de Mayo. Sin embargo no pude dejar de pensar con ellxs en voz alta que ahí estaba faltando una mujer. Marina Vilte, me animé a nombrar. Faltan mujeres, educadoras populares en nuestras banderas. La educación popular será feminista o no será popular. Porque la educación popular es una opción por los pobres, y la mayoría de las pobres tienen cara de mujer. Porque la educación popular se compromete con una sociedad más igualitaria, y cada día una mujer es asesinada por violencia de género. La pedagogía tiene que hablar de las oprimidas.
Uno de los discípulos de Paulo Freire, Carlos Fuentes, reconoce cuatro fuentes en el pensamiento freireano. El existencialismo de Mounier, Jaspers, Sartre; la fenomenología de Husserl; la filosofía de Hegel; el marxismo: léase Marx, Lenin, Mao, el Che, Lukacs, Kosik, Goldmann, Marcuse. También la influencia de la teología de la liberación, de la psicología culturalista de Fromm y los anticolonialismos de Fanon, Memmi, Mannheim. Podríamos seguir nombrando corrientes y autores casi sin darnos cuenta de que todos son masculinos. Es más, podríamos afirmar que la mayoría de estos referentes intelectuales son varones blancos, europeos, heterosexuales y cis.
¿Cómo leer el mundo críticamente para transformarlo sin usar las gafas violetas, sin construir una mirada feminista leyendo, formándonos, con autoras que han reflexionado sobre la desigualdad de género? Como dice Flora Hilert, la pedagogía de la liberación freireana significó un giro copernicano en el modelo educativo de la modernidad. Sin embargo, el sistema solar nos ha quedado pequeño. La crítica a la educación bancaria que reproduce el statu quo no puede solamente pensarse desde la perspectiva de clase social. Cuando desnaturalizamos diferencias desiguales hablamos de clase, de etnia, de género. La perspectiva decolonial nos amplía la mirada respecto de la cultura hegemónica y de las relaciones de poder en la sociedad. Distintos modos de opresión, que también se pueden combinar como se vislumbró con el asesinato de Marielle Franco, mujer, negra, latinoamericana, habitante de la favela y lesbiana.
Uno de los grandes aportes de la Pedagogía del Oprimido es hacerse cargo de la politicidad de la educación. Toda educación es política. La sexualidad es política. Y toda educación es sexual. Como dice Guacira Lopez Louro es indispensable reconocer la dimensión social y política de la sexualidad. Poder analizar críticamente en la educación tradicional una pedagogía de la sexualidad en la que se disciplina los cuerpos, se instituyen desigualdades y jerarquías que ponen en desventaja a las mujeres y a las sexualidades disidentes en nuestras sociedades. Que en la educación la sexualidad no se aprenda como una regulación sexista y heteronormativa sino como un espacio de subjetivación y de placer. Una pedagogía crítica e inclusiva tiene que deconstruir los estereotipos y relaciones de poder que impone la sociedad patriarcal. Se trata de problematizar la matriz escolar, de desaprender. Pero también de crear una praxis contra-hegemónica entendiendo que somos las mujeres y las diversidades sexuales las que estamos siendo sujetxs políticxs del cambio social a través de diferentes luchas y formas de resistencia.
La cuarta ola feminista. El transfeminismo. Un feminismo que se reinventa en la perspectiva queer. Un encuentro intergeneracional y dominantemente joven. La revolución de las hijas, de las pibas, de las imberbes que suma a los pibes no sólo en solidaridad sino a construir nuevas masculinidades. Son lxs estudiantes quienes toman escuelas para que se aplique la Educación Sexual Integral y un protocolo contra la violencia de género en las secundarias. Son las pibas las que incorporaron el pañuelo verde al uniforme escolar. Pero no son todas las escuelas ni todas las pibas. La ESI es clave en este cambio cultural. Freire plantea el desafío de hacer política pública la perspectiva de la educación popular, una educación pública y popular con y para mayorías. En esta etapa histórica donde reconocemos la politicidad en las identidades sociales y culturales como expresiones y prácticas atravesadas por el poder, donde está en juego la igualdad y la libertad de mayorías desde una perspectiva de género, decimos que es imprescindible una educación pública y popular no sexista.
Una educación popular feminista es la que construye conocimiento en diálogo con les otres, valorando la diversidad. Es la que no reproduce en el currículum oculto la división sexual del trabajo a través de los juegos, tareas y expectativas diferenciadas. No repite mitos, mandatos y prejuicios, ni pone límites al deseo. Una educación que no sea dirigista ni espontaneísta, donde las, los, les intelectuales, educadores populares, se comprometan con su rol construyendo proyectos pedagógicos colectivos. Es una pedagogía que discute que la riqueza, el conocimiento, la palabra tengan dueño, que empodera a lxs sujetxs en un sentido de justicia como protagonistas de la historia.
La educación popular es herramienta de transformación al interior de los movimientos sociales, de mujeres, sociosexuales, en construcción de conciencia, fortalecimiento de organización colectiva, reflexión y lucha callejera. Praxis que revoluciona al feminismo histórico desde las mujeres protagonistas de los movimientos sociales populares y desde las jóvenes generaciones con su propia impronta creativa y rupturista. A la vez este nuevo feminismo popular, transfeminismo en construcción, es indispensable a la concepción y experiencia de una educación pública popular, de una escuela nueva que incorpore todos los desafíos de su tiempo histórico para ampliar con otrxs nuestro horizonte de expectativas.
Construir una educación popular feminista implica poner atención en las relaciones asimétricas entre los géneros en plural, incorporando una perspectiva más amplia y no binaria, desde un feminismo interpelado por la diversidad sexual y lo queer. Permite reconocer las diferencias desigualadas en el plano social que se reproducen en el ámbito escolar, imposiciones y resistencias a la norma patriarcal, machista y heteronormativa. Significa revisar matrices de aprendizaje, desnaturalizar, desaprender y de-construir. Involucra una apertura al debate respecto de las identidades de género y de cómo éstas se cruzan con la etnia y la clase social como posiciones de sujetxs. Conlleva una búsqueda respecto de cómo se establece un diálogo intergeneracional en la transformación cultural que implica hoy el feminismo. Supone pensar en el desafío de la construcción de una pedagogía feminista desde lxs diversxs sujetxs de la comunidad educativa como comunidad de aprendizaje.
La educación popular sigue sosteniendo el desafío de aprender con otrxs a leer el mundo para transformarlo. En las comunidades escolarizadas desde la palabra problematizar la realidad, en las comunidades organizadas desde la realidad problematizar la palabra como herramienta. El lenguaje inclusivo es un buen ejemplo de cómo estamos mirando al mundo y a nosotrxs sujetxs con otros ojos. Nuestro modo de nombrar la realidad es una forma de pensarla y de construirla, dando vuelta un modo de nominar/dominar machista y patriarcal que olvidó la singularidad de lo femenino y lo diverso, que pretendió uniformar en masculino lo plural que somos.
Diversas luchas democráticas confluyen en nuestro tiempo en una misma lucha popular. Desde una pluralidad de posiciones de sujetxs nos encontramos en la calle reconociéndonos como parte de un mismo pueblo agredido por políticas neoliberales que aumentan las desigualdades sociales y recortan derechos humanos. La educación como práctica de la libertad sigue siendo clave en este proceso histórico. Como dice Claudia Korol, el economicismo y el determinismo son cuestionados en las organizaciones sociales y políticas por haber subestimado el lugar de la subjetividad en la transformación histórica, siendo funcionales a perpetuar la cultura patriarcal.
Construir una educación para la libertad personal y social, una educación popular feminista que emancipe cuerpos, deseos, rebeldía, que de por tierra con las desigualdades ancestrales que tenemos las mujeres como profunda huella en nuestras subjetividades es el desafío histórico. Una pedagogía feminista que propicie relaciones más igualitarias entre los géneros y condiciones más justas para la socialización y producción de los saberes. Una pedagogía feminista que enseñe y ponga en valor aspectos atribuidos a lo femenino como la capacidad de escucha y de cuidado, el valor epistémico de la experiencia, las emociones, la narratividad, la singularidad.
Se trata de visibilizar, comprender, construir conocimiento, abrir preguntas y reflexiones, aportar a la praxis transformadora, dialogar creativamente con una experiencia contra-hegemónica en desarrollo que conmueve y redefine profundamente las relaciones económicas, sociales, culturales y políticas de nuestro tiempo, desplaza el horizonte de posibilidad en el sentido de mayor justicia y libertad de lxs sujetxs subalternxs. El inédito viable sigue esperando que lo inventemos en la realidad mientras se recrea desde los emergentes de nuestro tiempo. l
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