Por Valeria Ayala. Abogada, Integrante del Departamento de Inclusión e Igualdad del C.A.B.J
La idea de la inferioridad física de las mujeres ha sido construida por una cultura patriarcal que ha concebido a lo largo de la historia “nuestra naturaleza como más delicada” una imagen siempre vinculada a lo moral y a lo espiritual, pero física e intelectualmente débil, para una sociedad que fijaba un ideal de genero vinculada a la maternidad y a las tareas del hogar, mandatos que obligaban a las mujeres a mantenerse frágiles y elegantes, alejándose totalmente de las actividades deportivas que requieren, fuerza, resistencia, destreza y proactividad. Así, nuestros roles en la vida cotidiana se sexualizaron y en lo que respecta al deporte aún más. Por mucho tiempo se consideraban apropiadas para mujeres aquellas actividades que podían practicarse con falda y corsé, y de ser posible en ambientes privados. La participación femenina logró entonces una mejor aceptación en deportes como el tenis, el golf, el béisbol o el hockey, pero actividades como el fútbol, con gran atención pública desde sus inicios provocaron prejuicios culturales que arrastramos hasta el día de hoy.
En buena hora los tiempos han cambiado, pero las conquistas aún se consiguen a cuenta gotas, y si bien la pelota comenzó a rodar hace mucho tiempo, en la Argentina recién el 16 de marzo de 2019 se oficializó la profesionalización del fútbol femenino. Un salto importantísimo para la actividad, que en realidad encierra una semi- profesionalización pues en principio se definió un mínimo de 8 futbolistas contratadas por club, de un deporte que tiene 11 jugadoras en juego, y un salario de quince mil pesos (equivalente a un contrato de Primera C masculino). Lo cierto es que, si bien se fueron modificando un poco los montos, y algunos clubes como Boca Juniors, han decido pagar sueldos máximos a sus jugadoras, destinando parte del presupuesto para acortar la brecha salarial, en comparación con el futbol masculino el salario no tiene dimensiones, aún las deportistas no pueden vivir de su profesión, restando horas de entrenamiento, combinando una vida laboral y familiar con la actividad deportiva. Pero además la profesionalización o semi-profesionalización no solo implica una cuestión salarial, sino el desarrollo de ligas competitivas que poco a poco se van delineando, y que sin dudas deben beneficiar a equipos de Capital Federal, de la provincia de Buenos Aires y del interior del país de manera equitativa. Para ello es preciso el compromiso real de las instituciones deportivas, no solo proporcionando las instalaciones correspondientes, gimnasio, canchas acordes, el equipo necesario, porque, aunque suene muy loco algunos planteles ni siquiera poseen camisetas propias para el equipo femenino, otras de las cuestiones importantes es la que encierra el desarrollo de mujeres en cuerpos técnicos y arbitrales, puesto que no son pocas las que deciden emprender su camino del otro lado de la línea. A pesar de ello aún sigue siendo escasa la participación de mujeres en cuerpos técnicos, como entrenadoras o preparadoras físicas que se desempeñan en la liga, y es parecido el caso de las mujeres arbitras que, si bien han avanzado con la posibilidad de dirigir partidos de primera división y torneos internacionales, las posibilidades se achican frente a sus pares profesionales. Otro de los puntos importantes que ha permitido la semi-profesionalización del futbol femenino, es la visibilización de gran cantidad de mujeres y niñas que a temprana edad se ven motivadas por este deporte, y que no encuentran acceso a la formación, puesto que aún son muy pocos los clubes que brindan la posibilidad de practicar fútbol mixto. En este sentido seria alentador incorporar este deporte a la currícula de las escuelas, dentro del área de Educación Física, para fomentar la igualdad de oportunidades entre niños y niñas. Pero no solo es necesario el compromiso de la formación y desarrollo adecuado de quienes decidan desarrollar este deporte. Sino que además es preciso transversalizar la perspectiva de género en las instituciones deportivas, no basta con cursos de capacitación de “Ley Micaela” o la implementación de protocolos de violencia de género que, si bien resultan un avance importantísimo en un ámbito sumamente masculinizado, siguen siendo solo parches para una cuestión de fondo, que es, la escasa representación femenina y de diversidades de género en los órganos de gobierno de las instituciones deportivas. En este sentido es importante mencionar como antecedente ley nacional del deporte, la 20.665, que en su artículo 20 bis hace referencia a un 20% de mujeres en las listas de comisiones directivas de asociaciones civiles deportivas, y las dos resoluciones de la IGJ (34 y 35/2020) que obligan a las sociedades civiles en CABA a equiparar el porcentaje de mujeres y hombres en sus comisiones directivas. Todos avances esperanzadores que podrían resultar de incentivo para que a los clubes de futbol y la mismísima AFA comiencen a rever sus estatutos en vistas de otorgar mayor participación institucional. Pero nada de lo anterior podrá lograrse si no se comienza a trabajar dentro de los clubes y en las federaciones con perspectiva de género. Es por ello que es sumamente importante la creación de Departamentos de Género y Diversidades en las instituciones deportivas, sabiendo que no se pueden acelerar los procesos naturales que con el paso del tiempo harán evolucionar a la sociedad que ya no nos vera como frágiles, pero si es necesario el fortalecimiento institucional en este aspecto, no solo por todo lo que encierra, sino por el crecimiento significativo de la disciplina a nivel mundial, su transmisión local en la TV pública, el paulatino apoyo de los sponsors, y tantas otras cosas que verdaderamente representan una oportunidad de enorme de desarrollo para aquellas instituciones deportivas, que incentiven el fútbol femenino.
El avance es claro vamos camino a dejar atrás aquellas barreras culturales que la sociedad nos ha impuesto a lo largo de la historia, para abrir paso a un mundo que evoluciona poco a poco, pero a paso firme, con muchísimos desafíos en el futuro, que implican apoyo de todos los espacios involucrados en el deporte y sororidad de quienes se abren paso en un mundo que genera pasiones inconmensurables, y mueve millones de almas en todo el planeta.
El juego recién comienza y la pelota sigue rodando…
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