La complejidad de las formas actuales de ejercicio del poder y funcionamiento de los Estados; la relación entre Estados y corporaciones; la transformación de la economía mundial y de sus dinámicas de funcionamiento; la transformación acelerada de las formas del trabajo y el impacto en las nuevas formas de sociabilidad y organización de las sociedades; el impacto del funcionamiento del modelo de acumulación en el medio ambiente y la sustentabilidad de la vida en las actuales condiciones de producción y consumo; los rasgos inéditos de los procesos políticos recientes en Europa, América Latina, China y Medio Oriente; el desarrollo creciente de las tecnologías de la guerra; la (¿nueva?) función de los medios masivos de comunicación y su relación con los intereses económicos; el impacto de la tecnología, las plataformas virtuales y redes sociales en las relaciones sociales y en la configuración de las subjetividades: Podríamos enumerar más fenómenos cuya poca difusión y conocimiento muestran que las categorías que tenemos disponibles no tienen, hoy, capacidad descriptiva ni explicativa suficientes para que durmamos con tranquilidad. Se nos hace difícil seguir creyendo que desde los sectores intelectuales o profesionales todavía tenemos algo que aportar a la transformación del mundo, si a duras penas podemos describirlo.